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11.10.06

CRÓNICA DESDE RABAT // JOSEP SAURÍ

El mono de comer, beber y fumar www.elperiodico.es

Josep Saurí

El 99% de los marroquís, según dicen las encuestas, cumplen con el ayuno de Ramadán. El noveno mes lunar viene a ser para los musulmanes una Cuaresma (de las de antes) de día y unas Navidades de noche. Las noches son festivas, de alegres e hipercalóricos encuentros familiares y largas veladas en los cafés. El día es para el sacrificio, la plegaria, el recogimiento, la caridad y el perdón. Aunque a algunos se les hace muy largo, demasiado. Ni qué decir tiene que en Rabat, como en todo Marruecos, la gente es en general extremadamente amable. Pero el histérico del Ramadán, conocido popularmente por mremden, es un personaje muy característico de estas fiestas. Malhumorado, vociferante, dispuesto a perder los estribos a la más mínima ocasión. Es más, deseándola, cuando no provocándola él mismo. No hay que buscar mucho para topar con él; aparece en cualquier parte. Preferentemente a primera hora de la mañana o poco antes de que por fin llegue el ftur, la liberadora ruptura del ayuno a la puesta del sol.

Sumergirse en el delirante tráfico del centro de Rabat es una de las mejores opciones si se quiere ver a los mremden en acción, especialmente a la hora de la apresurada vuelta a casa para el ftur. Los impacientes conductores rabatís acostumbran a ser de bocinazo fácil, y en estas fechas muchos circulan con una mano literalmente pegada al claxon. Solo lo sueltan para dedicar gestos coléricos al ocupante del carril vecino, quien suele dar cumplida respuesta.

Pero es en los zocos, los mercados de los barrios populares como Akari, Takadum o Yusufía, donde la tramdín, la ira ramadanesca, alcanza la categoría de espectáculo. Hasta el extremo de que hay quien al salir del trabajo se acerca un rato a ver cómo los mremden, sean vendedores o clientes, pierden los papeles y cualquier discusión banal acaba en altercado. A menudo, bajo la apariencia de supuestos mediadores, otros mremden aprovecharán para sumarse a la trifulca hasta que la cosa degenere en una reyerta multitudinaria. Eso sí, los mirones corren su riesgo. "Es fácil ver volar no solo las verduras, sino también las pesas", cuenta Aicha, vecina de Takadum e integrante de la mayoría pacífica.

¿A qué vienen esos nervios? Una hipótesis plausible es el síndrome de abstinencia. Desde el alba hasta el crepúsculo, los creyentes no ingieren absolutamente nada: ni alimentos, ni bebidas. Tampoco fuman, y ni siquiera pueden tragar saliva. La privación durante largas horas de los placeres adictivos habituales, como el té y el tabaco, puede tener efectos incendiarios en el ánimo de personas ya de por sí irascibles. Incluso puede llegar a verse cómo algún pendenciero interesado enciende un pitillo tras el alboroto "para recobrar la calma" mientras acusa irritado a su oponente de haberle "obligado" a interrumpir el ayuno. Pero también hay quien, simplemente, cree que el padecimiento que le causa el sacrificio del ayuno justifica andar por ahí buscando bronca.Me disculparán por no presentar testimonios. Nadie reconoce ser un mremden cuando aún no saltó la chispa. Y una vez desencadenada la tramdín, mejor no acercarse.