Paseo matinal por los jardines de piedra
Pocas cosas hay tan placenteras como pasear sin prisas y con ánimo contemplativo por las callejuelas de El Cairo islámico. Una auténtica delicia, y más ahora, en la antesala de la primavera. El sol asoma temprano, la temperatura diurna es templada y la nocturna de lo más agradable. Lo mejor es acudir a la ciudad medieval a primera hora. Gran parte de los comercios están cerrados y las calles medio vacías, lo que permite caminar sin ningún tipo de agobio, algo poco frecuente en esta ciudad.
Cualquier esquina es buena para empezar el trayecto, si es posible con una buena guía de viaje que explique con detalle la historia de los centenares de monumentos que se erigieron durante la época más esplendorosa del islam y que todavía se conservan. Visitar una mezquita, una escuela coránica o un palacio de la época medieval es la mejor manera de reconciliarse con el caótico e insalubre El Cairo del siglo XXI.
Las autoridades, en muchos casos con ayuda extranjera, están en proceso de restaurar algunos edificios. Parte han recuperado su esplendor, otros permanecen todavía bajo los efectos corrosivos del paso del tiempo. Hay tanto que ver en Egipto que muchos turistas no tienen tiempo para disfrutar de la sobria belleza de la mezquita abasí de Ibn Tulun, del siglo IX, o de la grandeza de la madrasa mameluca del sultán Hasán, del XIV, por mencionar solo dos de las joyas arquitectónicas.
En la calle Al Muizz li-Din Ala, una de la principales arterias del viejo El Cairo, los comercios empiezan a abrir las puertas a las diez de la mañana. Las tiendas de especias y perfumes embriagan pronto al visitante. Junto a los minaretes gemelos de la puerta de Bab Zuweila, del siglo XI, un vendedor de aves de corral y conejos despluma una gallina, mientras otro hombre carga sacas de algodón en una furgoneta. Unos metros más allá, un hombre barrigudo y de pelo canoso ofrece papiros con dibujos faraónicos bajo la mirada furtiva de un gato callejero. Está sentado junto a un local de encuadernación de libros y frente a la celosía de un palacete, desde donde las mujeres de la aristocracia medieval observaban la calle sin ser vistas.
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Imágenes cotidianas en un paisaje envuelto de cúpulas y minaretes de un valor histórico incalculable. La paz reina a esas horas en el interior de las viejas mezquitas, de enormes lámparas de hierro forjado, vidrieras de ensueño y paredes forradas con paneles de mármol. Es tiempo de descansar, con los pies libres de los zapatos, y disfrutar de la belleza y del silencio, solo roto por el piar de los pájaros que revolotean por el interior del templo. Es como estar en medio de un jardín de piedra.
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El guardian de la mezquita permite subir al atalaya del minarete, a través de una estrecha escalera de caracol. Por suerte es un día claro, lo que permite ver a lo lejos y con detalle la Ciudadela, la fortaleza que empezó a construir en el siglo XII Saladino para protegerse de los cruzados, y cuyo interior alberga la gran mezquita de Mohamed Alí.
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A las doce del mediodía empieza el concierto de almuédanos que llaman a la oración. La calle ya se ha desperezado y arranca el bullicio. Es hora de volver a casa.
3 comentaris:
¿Agosto 2007?
My Good! ya tengo un año más..! Me siento viejo!
¿A que son chulas las crónicas de los países de El Periódico? (yo me lo compro cada día)
Aich por dios!!!! Gracias Tale, ni me había dado cuenta!!! Ahora lo cambio!! La foto la hice el año pasado desde lo alto de la Ciudadela... increible lo que se veía pese a ser un día de niebla!!!
Sí, nosotros también compramos El Periódico cada día y a estas crónicas me he enganchado! Es que en el caso del Cairo, todo me es tan familiar!!!
Besos!
Qué guay! A ver si El Cairo nos inspira y escribimos algo así de bonito:)
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