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12.3.07

Nunca en mi nombre - Bárbara Morales García

Es curioso como es este país: a algunos se les llena la boca diciendo eso de UNA GRANDE Y LIBRE, pero nunca podrá ser así cuando ni siquiera estamos unidos en los malos momentos. Estos días son los días de las víctimas de un atentado demoledor: tendríamos que estar todos deseando que paguen sus verdugos, que todo acabe lo antes posible para que no tengan que sufrir más. Unidos contra los malos. Pero no. A veces los malos pueden tener muchas caras.

Desde luego no tendrían que ser días de rabietas de niño chico, días de fuegos artificiales que tapen lo que realmente importa. Algunos no tienen vergüenza. Claro que de donde no hay no se puede sacar.

Os copio la opinión de una víctima del 11M que hoy ha publicado en primera página El Periódico. Bárbara Morales es viuda de uno de los asesinados ese día. Lo que dice no se puede decir más claro y no, no es necesario decirlo más alto, porque quien no quiere entrar en razón no lo va a hacer nunca... Bueno, sí, quizás tres años después de que todo acabe... quizás pase como con las armas de destrucción masiva. De aquí a unos años quizás digan: nosotros dijimos lo que dijimos porque en aquel momento todo apuntaba a que era así... Hay una frase en esta carta que lo dice todo: Si quieren mi protagonismo les cambio el sitio. Pero con todo. Les ofrezco también mi sufrimiento. Sí, pero ellos sólo quieren el protagonismo, el sufimiento se lo dejan a los demás y la compasión también.

Nunca en mi nombre. Bárbara Morales García. El Periódico.

NUNCA hubiera imaginado que mi vida iba a convertirse en lo que ha sido desde el 11 de marzo del 2004. Nunca hubiera imaginado que tres años después las cosas estarían tan mal. Nunca me creí aquello de que todos íbamos en ese tren. Hoy menos que nunca. Las páginas de los periódicos, las firmas de ciertos periodistas, por desgracia, me dan la razón.

NUNCA pedí estar donde estoy. Nunca me he creído con más derechos por ser víctima. Nunca me he considerado más autorizada para expresar mi opinión que otra persona. Nunca he pretendido ser jurista. No permito que aquellos que tenían el poder de hacer cumplir las leyes pretendan ahora culparme de no querer redactarlas. Los que se manifiestan estos días en mi nombre y el de otros como yo jamás me han preguntado lo que pienso o lo que siento. Si quieren mi protagonismo les cambio el sitio. Pero con todo. Les ofrezco también mi sufrimiento.Aquien pueda interesar le diré que por tercer año consecutivo el 11 de marzo lo paso fuera de España. Porque hay una parte de esta España tan unida, tan decente, tan de gentes de bien que a veces duele y avergüenza demasiado, que pregunta muy poco, que escucha mucho menos, que hace demasiado ruido y que no se interesa por cuidar a quienes tienen la indecencia de decir que representan.

NUNCA he dado permiso a nadie para hablar por mi boca, para llorar por mis ojos, para decir cómo debo sentirme. Por eso me da tanta vergüenza que unos u otros intenten aprovecharse de la debilidad debilidad de la víctima. Por eso, además de al dolor de una pérdida, me enfrento a la rabia de saber que somos juguetes en manos de quienes tuvieron el poder de haber evitado tantos asesinatos y tantos intentos de asesinato. Juguetes para jugar a su juego de buenos y malos.

NUNCA he permitido que ningún político hable en mi nombre, o me hable de héroes, o me dé palmadas en la espalda. Hoy tampoco. A quien pueda interesar, soy una persona normal, tengo 29 años, lucho cada día por mantenerme fuera de este circo; sueño con que algún día se olvidarán de nosotros, dejarán de aprovecharse de nuestra desgracia, de escupir en nuestras heridas para hacerlas sangrar y ofrecernos la pomada-que-todo-lo-cura.A quien pueda interesar, no soy solo una víctima del terrorismo, como cualquier otra persona tengo una vida compleja, con problemas y alegrías. A mi dolor por ser víctima, a veces se le añade el ser mirada solo como víctima. A quien pueda interesar, tengo familia a la que quiero y me quiere, también tengo amigos. Ellos son quienes me escuchan, quienes me conocen, quienes me preguntan, quienes me consuelan, quienes me hacen reír, quienes me respetan, quienes nunca han osado aprovecharse de mí, quienes nunca me han vendido por un precio tan bajo. Ellos son los que sufren conmigo si me hacen daño y son felices cuando sonrío. Ellos son los que llevan conmigo tres años en este tren.