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13.7.07

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Café-Restaurante Naguib Fahfuz. Julio 2007

Este es uno de los pocos videos que grabó Georgina... aich!!! Ahora los hecho de menos!!! No se puede apreciar, pero realmente los músicos ya nos tenían cierto cariño: íbamos día sí y día también e intentábamos sentarnos en su zona (hay un pequeño suplemento), escuchábamos la música embelesadas, aplaudíamos, "bailábamos"... lo único que nos diferenciaba del resto de los que estaban allí es que no entendíamos nada de lo que cantaban. Pero cuando sientes lo que cantan no necesitas traducciones... nos sentiamos arropadas... bueno, es difícil de explicar... Os pego otra de las crónicas de Kim Amor, explica en parte ese sentimiento:

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Un extranjero en la noche más feliz de Said.

Crónica desde El Cairo. Kim Amor

Con Said nos vemos casi a diario pero apenas hablamos. Es el quiosquero de la esquina, y el otro día me soltó de sopetón: "La semana que viene me caso. Estás invitado a la boda". Del cajón de la pequeña caseta sacó una tarjeta rosa, sellada con un corazón dorado. En el interior estaba impreso en árabe un versículo del Corán, además de la fecha, la hora y el lugar del acontecimiento. "No me falles", añadió con una sonrisa de oreja a oreja. Said se preparaba para celebrar uno de los días más importantes de su vida.

La cita es a las 10 de la noche en Basatin, un barrio muy popular del sur de El Cairo. Parte del callejón está cubierto por la suan, una carpa de lona roja y amarilla con cientos de luces de colores que chispean al ritmo de una atronadora música oriental. Está repleta de gente, toda de extracción humilde. El padre del novio, Mohamed, que hoy viste una almidonada y pulcra galabeya blanca, sale al encuentro del extranjero. "Salam alekum. Gracias por venir", le grita al oído, al tiempo que le abraza y le besa ambas mejillas. "Los novios están a punto de llegar", añade.

Abriéndose paso entre el gentío, le conduce a la mejor mesa, ocupada ya por cinco familiares varones del novio, y ordena a un camarero que sirva la cena. Una bandeja bien provista de carne de cordero, kefta (ternera picada) y patatas. Para beber, un refresco bien helado, un regalo del cielo en esta noche tan calurosa, y una fuente de fruta del tiempo. "Coma, coma", dice uno de los comensales provisto de un narguile, la típica pipa de agua egipcia.

A falta todavía de los novios, a uno le hacen sentir el protagonista de la velada. Todo son atenciones y parabienes. La gente se acerca, se presenta y te saluda como si te conociera de toda la vida, una actitud típica de la hospitalidad y simpatía de los egipcios. Los más tímidos te observan con curiosidad y entre risas desde la distancia. No es habitual ver a occidentales en celebraciones de este tipo. La carpa está abierta también a los vecinos del barrio, entre ellos niños algo desarrapados que saltan de mesa en mesa en busca de las sobras de la comida.

De improviso irrumpe el coche nupcial, un turismo plateado limpio como una patena. Said está pletórico, con traje oscuro y corbata roja. Emocionado, se funde en un abrazo con su único hermano, Ibrahim, de 16 años. Después tiende la mano a la novia, vestida de blanco, y la pareja se dirige entre vítores a la kosha, el estrado donde permanecerá el resto de la velada, recibiendo felicitaciones. La plataforma, forrada con telas de cálidos colores, está en la parte de la carpa reservada a las mujeres.

El cantante del grupo musical, un tipo de voz ronca que a estas alturas de la noche suda a borbotones, anuncia la salida a escena de la primera bailarina. Los movimientos sensuales de la danza del vientre hacen subir la temperatura de la velada, sobre todo entre los adolescentes que ya se han preocupado de ocupar las mesas más próximas al escenario. Los novios se suman al bailoteo entre las palmas de los amigos y familiares, que los rodean entre empujones. La fiesta dura hasta altas horas de la madrugada. A Said se le ve inmensamente feliz.

1 comentari:

Amina ha dit...

No sé si és perquè has començat l'article amb els cambrers del Naguib, però el cas és que mentre llegia Kim Amor estava recordant una escena, si bé era diferent, del llibre Entre dos palaus de Naguib Mahfuz.
Tens raó quan afirmes que aquest articulista fa emocionar. Sembla com si estiguessis allà.
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