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8.5.08

Globos, lechugas, norias y flores de loto


Pasado el invierno y el caprichoso periodo primaveral de las fastidiosas tormentas de arena, El Cairo entra en la estación más agradable del año, con días soleados y temperaturas suaves. El calendario egipcio reserva para esta época un día festivo celebrado con gran entusiasmo: el Sham el Nasim, que data de la época de los faraones. Hace 4.000 años, los egipcios regalaban ese día a sus mujeres, novias o amantes una flor de loto.
Aunque esta romántica y milenaria tradición se ha perdido, la festividad sigue manteniendo lazos con la naturaleza. Familias enteras abandonan los humildes hogares de los barrios populares para disfrutar de una jornada al aire libre. Este día hay que levantarse temprano, preparar la fiambrera y alcanzar raudo la sombra de algunos de los árboles que pueblan los parques y jardines de la capital. No está de más llevarse una tela que cumplirá la función de toldo playero por si se llega tarde.Uno de los lugares más visitados este día es Al Qanatir, una zona situada 30 kilómetros al norte de El Cairo. Aquí arranca el delta del Nilo. El majestuoso río da a luz a los primeros canales que fluyen hasta desembocar en el Mediterráneo. El lugar se conoce por albergar la presa que levantó en el siglo XIX Mohamed Alí, padre del Egipto moderno, para domar el caudal del Nilo

Muchos visitantes llegan a Al Qanatir en barcazas que parten de la gran ciudad. Un par de horas de placentero viaje sobre las aguas. "Kol sana wi enta tayeb" (les deseo una feliz fiesta), grita el barquero a los que pisan tierra firme. El área de recreo cuenta con dos parques, uno de ellos equipado con viejos aparatos de atracciones. Los chavales corretean, juegan a pelota, a la gallina ciega o se ríen a carcajadas en los autos de choque, norias o caballitos. Aquí no hay MP3 ni PSP. Los adultos charlan, beben té, fuman narguile, preparan la comida o incluso se echan una siesta.

El menú típico de Sham el Nasim es lechuga, cebolla y el Fesij, un pescado salado. Obviamente, es el plato estrella de cafetines y restaurantes. Se nota que hay crisis porque apenas hay gente, y eso que, como servicio extra, ofrecen bailoteo y música sobrada de vatios. Ni siquiera sirven de reclamo las sabrosas brochetas que un tipo vestido con la camiseta del Che Guevara cocina a pie de calle. Tampoco acaba de cuajar el negocio de Hakim, un viejo fotógrafo que busca a quien inmortalizar con su cámara de toda la vida.Mejor le van las cosas al propietario de media docena de caballos. Le sobran clientes que desean pasear junto al río. Y más contento se ve todavía al que alquila unas pequeñas motocicletas, objeto de deseo para los adolescentes. Una de ellas, con tres tripulantes a bordo, pasa como un rayo rozando a un aguador, primero, y a un vendedor de globos de colores, después.

Por suerte, el olor a fritura, excremento de caballo y gasolina se esfuma por arte de magia, cuando uno se acomoda bajo una enorme y frondosa buganvilia. El aroma de sus flores se funde con el del mar, porque aquí las aguas del Nilo ya huelen a mar. Es entonces cuando uno se acuerda de los faraones y de sus cariñosas flores de loto.


Cómo voy a echar de menos Egipto este año...


3 comentaris:

Amina ha dit...

Ai, ja feia temps que no posaves cap crònica egípcia. Quins records...

Sònia... no tan fiera... ha dit...

Ja veus si estava atabalada... ni les cròniques em llegia!!


Aichh nena, quins recors... no pot ser!!!

Martine ha dit...

I quina enveja... de la sana m'estàs donant, Egipte! Una altra de les meves assignatures pendents...En tinc tantes!

Gràcies al teu relat he viscut aquesta festa i m'ho he passat molt bé.

Petonets Sònia"!