Así estoy todavía: rendida, muerta de cansancio y para más inri, quemada literalmente (aunque sólo por detrás... soy algo así como un helado de nata y fresa, nata por delante fresa por detrás). Pero todo esto tiene su parte positiva, la mayoría ya lo sabéis... llevo algo así como tres semanas de no parar entre actuaciones, clases, organización del fin de curso de mis alumnas y,de vez en cuando, un respiro.
No voy a negar que todo esto me pone, que me gusta bailar y el trajín que conlleva, que me encanta organziar cosas para que mis alumnas bailen y se lo pasen bien. Lo que sucede es que no soy capaz de organizarme para poder hacer más de una cosa a la vez y si mi cabeza está llena de danza no puede albergar nada más.
.Hace dos semanas (y ya me parecen meses) tuvimos actuación doble: una privada en una casa en la que nos habríamos quedado todo el fin de semana y otra con parte de mis alumnas. Como de todo se aprende, cada vez estoy más versada en estas cosas y ya no lo paso tan mal como antes: las convoco con tiempo, les hago repasar posiciones... y pasamos a disfrutar de lo que nos rodea. Creo que hay bastante diferencia entre la Sònia de ahora y la de hace dos años, cosa que agradezco, porque los nervios me comen y no era nada sano, porque además de profesora también era bailarina y todo era demasiada presión. Ahora mis chicas ya salen solas al escenario y aunque siento una ñoña considerable, es superado por el orgullo de verlas ahí y saber que he participado en ello... que sus nervios y sus risas están relacionado con lo que tanto quiero.
Este sábado pasado pudimos organizarles, in extremis, su fin de curso. Creo que sólo nuestra cabezonería ha podido contra todo lo que nos rodeaba... pero lo conseguimos. Quizás no era el mejor lugar posible, pero sinceramente yo estoy muy orgullosa de cómo salió todo. Ellas fueron las protagonistas y estaban rodeadas de las personas que las quierían; pudieron bailar solas y con sus compañeras; se dejaron ropa para lucir todas lo más orientales (o tribales) posibles... Lógré cabrearme sólo una vez, porque soy muy estricta en los preparativos: mientras hablo se me ha de escuchar, después hay tiempo para lo que sea, pero si estoy especificando algo quiero que se me respete. Pero todo ello nos llevó a la fluidez que después vivimos: fue un visto y no visto, una horita en la que todas nos echamos una mano y nos sonreíamos para darnos ánimos.
Eso es impagable.
.Como el ver sus sonrisas por el subidón de salir al escenario, sus idas y venidas al "vestuario", su cara de satisfacción al finalizar.
.Como el que tus compañeras de grupo te echen una mano o dos para que todo salga lo mejor posible: limpiando como posesas en su día libre, cargando sillas arriba y abajo, cortando flores del jardín para convertir la sala en algo especial, bailando a pesar de estar convalecientes...
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Lo dicho: rendida... pero contenta y feliz.