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19.6.07

A la ópera en vaqueros y bambas, Kim Amor

Por fin Kim Amor ha vuelto a publicar uno de sus magnifícos artículos sobre El Cairo. Me ha hecho gracia porque llega justo en el momento en el que intento pensar dónde llevar a Georgina cuando estemos allí. Intento pensar porque la verdad es que no doy para más! La verdad es que tendría que estar estudiando árabe porque el exámen es el sábado y estoy fatal...

Pero rebobino. Kim Amor habla sobre la Ópera de El Cairo y aunque es fácil reconocer lo que dice lo cierto es que nuestra experiencia fue un tanto diferente. Decidimos ir a un concierto de música árabe y compramos las entradas cinco minutos antes de que empezara. No exagero, fueron cinco minutos antes. El concierto era al aire libre, entre las columnas, en una sala bastante grande. Tuvimos que dejar nuestras cámaras de fotos, así no hay constancia de nada... pero habría hecho tantas fotos! El concierto en si estuvo muy bien, aunque fue excesivamente largo! Creo recordar que a las dos horas y pico nosotras decidimos irnos pero algunos compañeros se quedaron y tuvieron para rato. Debían ser canciones conocidas y aferradas al pueblo, porque en alguna ocasión la gente la acompañaba con sus voces y aplaudían a rabiar. Nosotras nos sentamos en los escalones que rodeaban la sala y aunque pueda parecerlo no eran nada incómodos, más bien al contrario: había cojines por todos los lados y si coincidía que te colocabas justo en una columna podías hacerte un buen "sillón" mientras veias como algunas personas se retorcían en sus sillas. Los que estábamos en los escalones éramos mayoritariamente turistas, descalzos y con las piernas cruzadas... una gozada! Porque de lo que se trata es de disfrutar la música, no?

Pero quizás lo que más me llamó la atención y me indignó fue la actitud de algunas personas del público. Muchas de ellas no es que no hubieran desconectado el móvil, sino que hablaban tranquilamente por él; algún grupito hablaba sin bajar el tono y sin importarles que los demás quisiéramos escuchar las canciones; entraban y salían en cualquier momento... Me sorprendió esta falta de respeto, no me cuadraba para nada porque si pagas para ver o escuchar algo lo lógico es aprovecharlo, no? Y no, no eran turistas. Es como si ir a ese concierto fuera como ir al café de la esquina. En cierta manera y viendo que en su mayoría eran chicas jóvenes, se podría pensar que allí eran más libres que en otro sitio, pero tampoco es que el recinto diera para hacer mucho más que hablar...

En cualquier caso la experiencia estuvo muy bien, si quitamos que fue más largo que un día sin pan.. Os dejo el artículo de Kim Amor. Mmmm cuánto nos costó entrar?? Creo recordar que no llegó a un euro...



En el Cairo Opera House se puede entrar en vaqueros y zapatillas deportivas, pero siempre con chaqueta y corbata. Si te olvidas la corbata no hay problema, porque ahí mismo te prestan una. La americana es otro cantar. Si no la llevas te quedas sin función. Los conciertos en la emblemática casa de la música, un moderno edificio con aires faraónicos levantado a orillas del Nilo, son parte esencial de la agenda cultural que ofrece cada año la capital egipcia.Es cierto que la oferta de eventos artísticos está lejos de parecerse a la de las grandes ciudades europeas, tanto en cantidad, calidad y variedad, pero es una de las más completas e importantes del mundo árabe. En Egipto, un país con un porcentaje muy elevado de población que no sabe leer ni escribir, las artes pasan casi desapercibidas. Además, acudir al cine, al teatro o, sobre todo, a la ópera está al alcance de pocos.

Los precios, muy asequibles para los occidentales, son excesivamente elevados para la mayoría de la población, cuyo salario medio es de unas 500 libras egipcias al mes (65 euros). Por ejemplo, ver una película cuesta entre 15 y 25 libras egipcias, (de 2 a 3 euros), una fortuna para una familia. En comparación, por tan solo algunas libras de más se puede disfrutar de una noche de bel canto en la ópera, como la que ofreció hace unas semanas la mesosoprano española Teresa Berganza.

La relación de Egipto con la música clásica viene de lejos. Fue a mediados del siglo XIX cuando se construyó el primer auditorio operístico de El Cairo. Para inaugurarlo, el entonces virrey del país del Nilo, Ismail Pachá, encargó a Giuseppe Verdi que pusiera música a una tragedia de amor ambientada en la época faraónica. El resultado fue Aida. El genial compositor italiano no acabó la obra a tiempo. La llamada entonces Royal Opera House se inauguró en 1869 con Rigoletto.

El antiguo edificio fue pasto de las llamas 102 años después, en 1971. Sobre sus cenizas se levantó en 1988 el actual complejo operístico. La Sala de Teatro, de cuatro niveles, tiene forma de herradura y una capacidad para más de 1.000 espectadores. Como suele ocurrir en otras partes del mundo, acudir a la ópera en la capital egipcia da cierto caché. Las veladas reciben a la crème de la crème de la sociedad cairota, además de los miembros del cuerpo diplomático, que llegan con sus coches de lujo y mejores vestidos. Todo un espectáculo y, en según en que ocasiones, más atractivo incluso que la función misma.

Lo peor es cuando recibe la visita del presidente del país, Hosni Mubarak, o de la primera dama, Suzanne. El centro de la ciudad se colapsa aún más, porque es necesario limpiar las calles al paso de la comitiva, y los alrededores y el interior del complejo se ponen hasta los topes de policías.Hace poco, la presencia en el Main Hall de Suzanne Mubarak obligó a cancelar a última hora por motivos de seguridad un concierto de jazz que estaba previsto esa misma noche en una sala adyacente. Un fastidio, vamos. "Egipto es como una gran hacienda que pertenece a la familia Mubarak", dijo en voz baja un irritado amante del jazz tras conocer la suspensión del evento.

1 comentari:

Amina ha dit...

Aquell espectacle va ser etern!
Suposo que si haguéssim anat a veure a un gran artista, com la soprano de la qual parla Kim Amor, la cosa hagués anat diferent i l'entrada hagués estat molt més cara. El nostre concert semblava el fi d'any d'un curs!Però ara, mirat des des la distància, va ser maco.