Algunos libros son probados...

... otros devorados, poquísimos masticados y digeridos. Francis Bacon.

Desde julio hasta ahora me he leido algo más de cincuenta libros... no tiene mucho mérito, porque la mayoría de ellos eran novelas de usar y tirar, de las que engulles sabiendo que no tendrás que pensar en lo que has leído.. también he dejado por el camino algún que otro libro de gran reputación y gran aburrimiento para mí y he acabado algún otro por el que no habría dado un duro..

Todas estas lecturas han salido de la biblioteca, porque no está el horno para bollos y la crisis no perdona, o al menos a mi no me perdona. El préstamo de los libros me ahorra dinero y espacio, porque mis estanterías ya no pueden con un libro más... parece que me digan: o ellos o tú, pero todos en la misma habitación no cabemos. Además, hace que las bibliotecarias se acuerden de tí y te miren con cariño (algún día os hablaré de las dos bibliotecarias que tuve en Villablino...).

Pero si algo tiene que tus amigos y familiares te conozcan es que cuando llegan cunpleaños, santos y demás ya saben a qué recurrir... oye, y yo feliz de la vida! Mi último cumpleaños, en agosto, ha sido uno de esos y yo he recibido cuatro libros de cuatro personas diferentes... Son libros de los de leer y disfrutar: pensar en lo que contienen y digerirlo a tu aire...

Chicas de Riad (Rajaa Alsanea, ed. emecé) y L'últim patriarca (Najat El Hachmi, ed. Planeta) son dos de esos libros y sólo con leer sus contraportadas ya te das cuenta de que tratan de cosas parecidas pero enmarcadas en contextos que aunque pueden parecer similares no lo son tanto. Por esa razón quise leerlos seguidos... y anoche, a las tres de la madrugada acabé de leer el segundo de los dos.

Los dos tienen como protagonistas a mujeres árabes y musulmanas, pero el contexto es tan diferente... en el primero las chicas viven en Arabia Saudí dentro de familias acomodadas, mientras que en el segundo Marruecos es el orígen de la familia y España el escenario en el que se desarrolla en gran parte.

En ambas novelas hablan de usos y costumbres, de lo que ha de ser un buen musulman, de lo que se debe y no debe hacer... pero mientras el primer libro es burbujeante y fácil de leer, el segundo duele en lo más profundo, es un puñetazo detrás de otro...

Los dos muestran como las cosas están cambiando, como la tradición pesa profundamente, como todo va más lento de lo que uno a veces quisiera... muestran las diferencias entre generaciones y cómo las diferentes culturas pueden producir una gran alienación cuando uno no está ni en un mundo ni en el otro.

Los dos tienen capítulos cortos. Los dos enganchan.

El primer libro es facilísimo de leer. El segundo duele y has de dejarlo de vez en cuando.

Mientras leía Chicas de Riad no podía quitarme de la cabeza a unas chicas que conocí en el restaurante Naguib Mahfuz de El Cairo: era un grupo de siete u ocho, todas juntas, tapadas de pies a cabeza, hablando y riendo en uno de los rincones mientras los músicos cantaban.. coincidí en el lavabo con dos de ellas: tenían tanta calor que se habían quitado el pañuelo y se podía ver lo guapas que eran. Nos sonreímos a través del espejo y empezamos a hablar... se les notaba en todo que tenían dinero, y por si su aspecto no lo dijera me lo dejaron claro cuando me hablaron de lo mucho que les gustaba veranear en Marbella. En aquel momento sólo podía pensar lo mucho que nos llegaba a separar un puñetero trozo de tela, una tela que no nos dejaba hablar en público porque es muy difícil conectar con ellas... Para mi, hablar con mujeres musulmanas en mis viajes es como una quimera... no hay manera! Y podría aprender tanto y entender tantas cosas... no me quejo, este año he tenido más de lo que esperaba, pero me queda un largo camino...

En cambio, mientras leía L'últim patriarca no podía evitar pensar en todo lo vivido este verano... en como reconocía muchas de las cosas de las que hablaba: bodas, sexo... Cuando lo empecé no podía entender por qué a mi ex-profesor de árabe no le había gustado, bueno, había algunas cosillas que podían desagradar, pero al fin y al cabo la ficción es sólo eso, ficción. Pero cuantos más capítulos leía más entendía el por qué de su disgusto: aunque no sea realidad no puedes dejar de pensar que lo que sucede ha pasado de verdad. Y aunque yo tengo la capacidad de separar realidad de ficción, comprendo que mi profesor pueda sentir miedo a que quien lo lea piense que es un reflejo del pueblo marroquí... No lo es, pero duele... y cuando algo duele no te deja indiferente. En malas manos podría ser terrible... he pasado toda una semana diciéndole a Amina que era un libro demasiado fuerte, que estaba escrito desde una especie de candidez que hacía el doble de daño, que me daba miedo seguir por lo que podría llegar a leer en él... ella me decía que dejara de leerlo, que lo dejara reposar... pero al igual que el primero, aunque por diferentes razones, era imposible dejarlo...

No sé cuál será mi siguiente libro... mis padres me regalaron Los años del miedo de Juan Eslava Galán, pero creo que necesito algo que no me haga pensar mucho para coger fuerzas... me han recomendado Los Gozos y las Sombras... alguna recomendación más?